Todos quieren ser Bugs Bunny, pocos somos Bugs Bunny
Un amigo me ha escrito desde un cine en el que daban una charla Paulo Branco y Melvile Poupad. Decía que se sentía como la protagonista de Notre Dame de la Croisette de Schmidt. Creo que todos nos hemos sentido un poco así este año.
Mal que nos pese a algunos (el mundo no necesita otro Charlie Kaufman), The Rehearsal ha terminado siendo el resumen de la vibra de 2022 (espero que este sea el último año para esta palabra). Performar la performance. Nada nuevo, lo sé. Pero parece que es casi lo único que nos queda en esta transición cultural hacia no se sabe dónde.
Las acciones de Just Stop Oil vistas a través de un twitter en pleno proceso de desmantelamiento por parte de Elon Musk. Björk comenzando su entrevista en The Atlantic recreando el meme del acertijo y casi teniendo un accidente con su jeep con el periodista del Pitchfork en Islandia. La mise-en-abyme del Motomami Tour. JW Anderson preguntándose en Loewe qué es ropa y qué no lo es. Básicamente, toda la moda preguntándose eso mismo todo el rato. Weyes Blood bailando con un móvil animado buscando la empatía y la unión, en medio de la inevitable monetización de los espacios (ups! perdón perdón perdón). Hay algo que me gusta mucho del álbum de Weyes Blood y es que es tan literal, tan inteligible, que cuando termina sientes que acabas de resbalar con una piel de plátano.
Volviendo a The Rehearsal, lo de Nathan Fielder creo que funciona por su misantropía casual, una especie de herramienta para no perdernos ante tanta distracción.
Pacifiction, probablemente la peor película de Albert Serra y a la vez la más sincera en su trolleo, está cerca de la misantropía de Nathan Fielder. Ese apocalipsis que no llega. Esa imagen de un cinéfilo y de una idea de cine de autor al que solo le queda una eterna performance online. Soy incapaz de no interpretar su escena final como una parodia de ese culto a la oscuridad naïf en la que se ha convertido la obra de David Lynch. Sobre el pelín de homofobia con el personaje del coronel y la cosificación del personaje trans: ¿es torpeza o hay algo de autosabotaje planeado? ¿Algo así cómo declararte fan de Houellebecq y decir que te hace sentir vivo?
2022, el año de la gentrificación del mal. ¡Hola, Lotta Volkova! Pienso en todas estas películas y series de ahora de Ruben Östlund, Alejandro Iñarritu, Ulrich Seidl, Michael Haneke o las recientes Blonde y Dharmer de Netflix. Todas ellas crueles, polémicas, incómodas pero que esconden valores conservadores, reforzando las estructuras de poder que supuestamente critican. Por otro lado, hay algo transgresor en que Isabelle Huppert haya borrado de su instagram la publicidad de Adidas x Balenciaga.
El autosabotaje creo que ha estado muy presente, en general. Me ha hecho volver a escuchar punk. El punk como una herramienta, pero no sé para qué. He descubierto a Vic Godard, eso sí. Las canciones con Subway Sect son increíbles y él viste como yo. ¿Un himno mejor que Stayin’ out of touch? No he tenido el placer.
También he vuelto a escuchar mucho a Felt y he decidido que mi disco favorito es The Pictorial Jackson Review. Esa línea que conecta a Vic Godard con Felt y que nos lleva al indie inglés de los noventa, la he podido trazar este año sin tener que apelar a la nostalgia gracias a bar italia.
Sigo sin conseguir que el arte contemporáneo me vuelva a interesar. Las exposiciones que he podido ver, las que he formado parte, las instituciones, los espacios autogestionados, la práctica de muchos artistas en Instagram, los premios… Nunca he visto tanto ensimismamiento, tanta hipocresía, tan querer ser legible, tanta literalidad, tanta exposición archivista, tan poco misterio en prácticas que, se supone, pretenden hablar desde los márgenes. Tampoco sé dónde se encuentran esos márgenes ahora mismo. Me resulta complicado creer que alguien pueda estar orgulloso de su práctica artística en 2022.
Por un 2023 sin comas ni paréntesis en los títulos de las exposiciones.
Por otro lado, nunca me había apetecido tanto volver a hacer “algo”. Me pasó viendo Deader than dead de Ligia Lewis. Lo que más me gustó fueron esos movimientos de arrastrar un cadáver. Cuerpos que no saben qué hacer con otros cuerpos.
Iba con un amigo que antes de que comenzara la pieza me recomendó el Macbeth de Roman Polanski. Luego descubrí que hay un guiño al soliloquio de Macbeth dentro de la coreografía de Lewis. Comentando la obra al día siguiente, mi amigo me explicó que en Qatar la palabra danza es tabú porque remite a la prostitución.
La elección de Stereolab de abrir los conciertos de su última gira con Neon Beanbag fue algo inesperado, al menos para mí. Resultó la mejor manera de mantener vivo el espíritu de sus canciones protesta.
I'm sad to see that you are sad
I'm sad to see that you are sad
But there's nothing to be sad about
Really nothing to feel bad about
There she was standing peacefully
Sending the message through telepathy
Way beyond the speculation
Furthest away from any condition
But there's nothing to be sad about
Really nothing to feel bad about
There she was standing peacefully
Sending the message through telepathy
Way beyond the speculation
Furthest away from any condition
Here to pacify, connected to joy
Here to pacify, connected to joy
Hay dos cosas que me inquietan: la vuelta del CD-R y la textura de las cámaras minidv.